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lunes, 21 de octubre de 2013

Nuestro activo más preciado.

Colorful Numbers Clip Art
Juan Fco. Martín.


Desolador. No atino a encontrar una palabra más adecuada para definir el lamentable panorama de la Educación en España.

Los índices de fracaso y abandono escolar en nuestro país son, de largo, más que preocupantes. Exceden cualquier media razonable, viéndose ratificados por los sucesivos informes Pisa, que evidencian las carencias de  las capacidades básicas de nuestros escolares respecto de otros países desarrollados.

También demoledor el resultado del llamado informe Pisa para adultos, cuyo resultado deja a nuestro nivel educativo en entredicho. El examen de competencias básicas de la población adulta hecho por la OCDE en 23 países sitúa a España en el vagón de cola (el penúltimo puesto en lectura, y el último en matemáticas).


¿Cómo es posible si somos la quinta potencia económica de Europa? ¿Acaso los contenidos formativos no son adecuados por su dificultad o falta de aplicación práctica?, ¿fallan los docentes al transmitirlos?, ¿fallan los padres al trasladar a los hijos la importancia de la educación para su futuro?, ¿faltan recursos materiales o humanos?, ¿es necesario más apoyo y dedicación diaria de los padres al estudio de sus hijos?

En medio de este marasmo de malas noticias, cuya importancia y drásticas consecuencias se ven difuminadas por la omnipresente y acuciante crisis económico-laboral que estamos sufriendo, acaba de aprobarse la nueva Ley de Educación (Lomce), más conocida como Ley Wert. Esta podría ser una magnífica noticia, puesto que seguro que ha sido concebida para intentar poner freno al declive intelectual que padecemos, de no ser porque el único apoyo que ha tenido es el del partido de gobernante. No ya del resto del arco parlamentario, ni siquiera de la comunidad educativa o de la propia sociedad. Como botón de muestra, la huelga general de la enseñanza convocada esta semana por alumnos, padres y docentes.

Este no es un asunto de colores políticos, sino una auténtica cuestión de Estado. La Educación, con mayúsculas, es el activo más preciado de cualquier sociedad. Es la clave diferencial de su futuro,  subyace al desarrollo socio-económico, a la competitividad y empleabilidad de las personas y a la generación de riqueza.

Educación y progreso son inseparables. Sin educación no se conciben los derechos humanos y civiles, la igualdad de oportunidades, la investigación médica, tecnológica, científica o la cualificación de las personas para desarrollar su trabajo con calidad y eficiencia.

Una vez más tenemos que apelar a la altura de miras de dirigentes y políticos que nos representan. En medio del espectáculo bochornoso que protagonizan, culpándose mutuamente mientras la sociedad se desangra, perdiendo empleo, vivienda y dignidad por esta crisis cruel, es momento, una vez más, de la unidad de acción.

Es nuestra responsabilidad facilitar a los jóvenes las herramientas y oportunidades que les permitan heredar y potenciar los logros que hemos conseguido con el esfuerzo colectivo. Es nuestra obligación, y su derecho, entregarles la llave de su futuro



Gracias por compartir y que tengas un excelente día.

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