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jueves, 24 de octubre de 2013

No sin mi móvil.

Juan Fco. Martín.


No hace tanto que, cuando alguien entraba en un ascensor, de forma casi automática, el primer gesto era consultar el reloj. Nunca me quedó claro si el desplazamiento vertical afectaba drásticamente a la hora o si la iluminación del cubículo producía reflejos y efectos especiales en la esfera del artilugio horario.

Lo cierto es que, este gesto compulsivo se mantiene, aunque sustituyendo al reloj por el teléfono móvil. No ya porque suene o avise de un mensaje nuevo, sino que parece esconder secretos que sólo pueden ser descifrados en el breve trayecto entre piso y piso.

Desde la aparición de las tecnologías de la información y comunicación, nuestras prácticas y canales de comunicación se están modificando a una velocidad vertiginosa. Primero el telégrafo, luego el teléfono y, de forma explosiva, el correo electrónico y la mensajería instantánea desde el ordenador. Pero, en los últimos 20 años y, aún con mayor rapidez, la telefonía móvil ha supuesto la auténtica revolución de la comunicación, dando un paso de gigante con los servicios de chat y las redes sociales desde el terminal.



El móvil se ha adueñado de nuestra vida. En cualquier reunión, los adolescentes ocupan gran parte del tiempo interactuando con sus teléfonos, todo ello con una admirable armonía y naturalidad. Pasan del teléfono a la conversación y viceversa, sin disrupción de ningún tipo.

Pero no sólo adolescentes. Esta práctica se va extendiendo a cualquier estrato de edad y condición social. En un restaurante, tres parejas amigas, de entre 45 y 55 años, cenaban juntos la noche del viernes. Tan pronto hablaban entre sí como se sumergían en sus teléfonos para retornar a la conversación al rato como si tal cosa.

Ya sé, ya sé. Que si el trabajo, que si el colegio de los niños, que si la familia... siempre tenemos argumentos para permanecer atados al móvil. ¿Será preciso en los próximos años, someternos a pruebas de adicción (por aquello de garantizar la estabilidad psicológica) como complemento a las analíticas, en los controles policiales, para renovar el carné de conducir o cruzar una frontera? ¿Cuál sería el nivel de móvil-adicción que arrojaríamos? ¿Se nos consideraría aptos o móvil-adictos y nos enviarían a programas de desintoxicación? ¿Cuántas horas (no ya días) somos capaces de mantenernos alejados de esos pequeños aparatos que nos cautivan tan poderosamente?

Como con todo en la vida, es importante encontrar el punto de equilibrio.Los teléfonos móviles son excelentes aliados como centros de comunicación y terminales de productividad y entretenimiento de enorme potencia.Vivimos en un mundo interconectado por estos dispositivos, que nos acercan la información, a la vez que nos permiten compartirla, transformando nuestras formas de trabajar, de relacionarnos con los demás y de disfrutar el ocio.

No obstante, cada cosa en su momento y lugar. Aprovechemos sus capacidades al máximo, siempre a nuestro servicio, pero no al servicio de ellos.



Gracias por compartir y que tengas excelente día.

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