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martes, 8 de septiembre de 2015

Mejor la línea recta.

Siempre que cruzo por esa esquina le veo descansando plácidamente,ajeno al trajín de la calle y al continuo discurrir de gente menesterosa con sus quehaceres y de coches apresurados. Diríase que no tiene más preocupación que disfrutar de la tranquilidad, sin urgencias ni agobios.

Transmite esa envidiable sensación de saber discernir lo importante de lo trivial, de sopesar las cosas en su justa medida y de movilizar los recursos estrictamente necesarios. Parece atesorar el conocimiento del valor de la sencillez de las cosas, del principio científico de parsimonia, que establece la primacía de la hipótesis más simple, obviando la complejidad o los requiebros, para explicar un mismo hecho.

Me miro en su espejo y caigo en lo mucho que nos complicamos la vida buscando caminos más largos o difíciles,
muchas veces de forma inconsciente, sin pretenderlo, enredándonos en lo trivial y perdiendo el foco. Y es que en muchas ocasiones, los árboles no nos dejan ver el bosque, o nos distraemos con las piedras del camino, olvidando nuestro destino.

Porque de eso se trata, de mantener el foco, de no distraernos en el campo de juego, de no perder de vista nuestros objetivos, trazando y reorientando nuestra estrategia y actuaciones conforme a las circunstancias cambiantes del entorno. Sin embargo, muchas veces caemos en nuestras propias trampas mentales, desviando nuestra atención de lo importante y haciendo más tortuosa la travesía de la vida.

Cuestiones como pretender tener la razón a toda costa, aún a sabiendas de que no la tenemos, o negar la coexistencia de diversos puntos de vista sobre un mismo asunto, o discutir de forma absurda cuestiones irrelevantes, o negarnos a hacer concesiones y rechazar la negociación ante la divergencia.

Y es que, las discusiones, que deberían ser diálogos para buscar puntos de encuentro, se convierten en pulsos per se, sin más objeto que ganar la partida. Afianzarse en las posiciones propias supone el estancamiento, nada cambia, no hay progreso. 

Olvidamos aspectos tan básicos como que el mundo es poliédrico y que todos tenemos derecho a enfocarlo desde nuestro propio ángulo. Y es que la cuestión está en preocuparnos por los temas importantes, por buscar coincidencias en ellos y no hacer bandera de lo accesorio, como ocurre con demasiada frecuencia.

Nos complicamos la existencia dando vueltas sobre un mismo punto, como un perro al echarse, a menudo insustancial, y perdemos el tren al que tenemos que subir para avanzar, para progresar. Posiblemente sea necesario añadir altura de miras, poner la "luz larga", que nos permita separar la paja del trigo.

Por eso, al verle, reflexiono sobre la facilidad con la que desatendemos a la sencillez de las cosas, a su verdadera esencia, y me pregunto cuando alcanzaremos esa sabiduría, esa perspectiva, como la de ese gato callejero que se echa cada día bajo un coche en la misma esquina, sin más pretensiones que pasar el rato.


Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.

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