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jueves, 27 de noviembre de 2014

Yo gano, tu ganas.

Juan Fco. Martín.

Siempre se ha dicho que sólo Dios tiene el don de la ubicuidad, la facultad de estar en todos los sitios simultáneamente. Hasta que apareció el Pequeño Nicolás, y esto es un hecho, no una cuestión de fe. Qué barbaridad. Este chico, con sólo 20 años, ha demostrado fehacientemente su omnipresencia en todo tipo de eventos políticos y sociales de primer orden. Había desaparecido de la escena pública desde que tuvimos conocimiento de su existencia, pero reapareció la semana pasada en un plató televisivo para contar su versión de la historia.

Me quedé atónito escuchándole revelar su colaboración con el CNI, la Casa Real o diversos ministerios, entre ellos Economía y Presidencia, además de otras instituciones. Nada menos que, según dijo, intermediaba en la resolución de situaciones comprometidas, sensibles, para la seguridad nacional o de carácter particularmente delicado (caso Pujol, Urdangarin, Eurovegas…) Ahí es nada. Si todo esto es cierto o no, está por demostrar y supongo que ya aparecerán nuevas entregas del culebrón. Al final va a resultar que tenemos nuestro agente 007 nacional, cuyas aventuras seguro que podremos disfrutar en la próxima entrega de Torrente. Y si no, al tiempo.

Lo que sí es irrefutable son las fotos con numerosas personalidades, con las que de algo hablaría, digo yo. Más allá de la solución del rompecabezas, el asunto me hizo reflexionar que, la mera presencia en tantos actos y con tantos famosos, le conceden, al menos, una manifiesta habilidad para las relaciones sociales. Si, como dice, mediaba en asuntos de naturaleza “reservada”, más me admiro con su capacidad como interlocutor.

Y esto no es tarea fácil. Dejando al margen la degeneración que han sufrido las negociaciones actuales, donde los “conseguidores” se dedican a “untar” a unos con el dinero turbio de otros, la auténtica mediación es una capacidad muy valiosa y no al alcance de cualquiera.

Como poco, requiere



grandes dosis de paciencia, inteligencia emocional, “leer” los intereses de la otra parte, diálogo fluido, flexibilidad para reorientar la interacción, buen humor, vocación de trabajo en equipo y una clara orientación a objetivos (no se trata de pasar un rato, sino de conseguir resultados). Alcanzar el perfil competencial para una negociación eficaz reúne templanza y equilibrio, el control y la gestión de las emociones, alineándolas con nuestras metas.

Pero negociar también implica la total adhesión al modelo ganar-ganar. El éxito consiste en alcanzar los objetivos propios y facilitar a la otra parte conseguir los suyos, lo que conlleva, sí o sí, hacer concesiones, asumir pérdidas. Y aceptar esto cuesta lo suyo.

Como ya sabemos, la verdadera negociación, sólo será fructífera y duradera si todas las partes quedan satisfechas con el resultado final. Que sólo una consiga su propósito no pasaría de ser pura imposición de voluntades. Por ello, no se trata de perseguir sólo nuestras pretensiones, sino de colaborar activamente para que todos los participantes nos levantemos de la mesa razonablemente conformes con los acuerdos alcanzados. De no ser así, dichos acuerdos se convertirán en papel mojado más pronto que tarde y todo habrá sido una pérdida de tiempo.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.


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