La semana pasada finalizó el primer trimestre de una formación que
me trae de cabeza por lo densa y exigente que está resultando. Seguro que también
influye la pérdida del hábito de realizar cursos largos y la necesaria atención
a las obligaciones laborales. De cualquier modo, además de auténtico martirio, la
experiencia está siendo realmente positiva y de gran utilidad profesional, con
aplicación práctica al trabajo. Pero, más allá del valor instrumental, me gustaría resaltar el profundo trasfondo humano, realmente conmovedor.
Me recordó a un reportaje sobre la
construcción de las Pirámides de Egipto, que narraba la formación de dos grandes
grupos de 1000 obreros cada uno, que se llamaban a sí mismos los Amigos de Ursu
y los Ladrones de Ursu. La creación de estas gigantescas unidades productivas perseguía
incrementar los resultados mediante la motivación como palanca diferencial. La creación de la
identidad propia de equipo proporciona el empuje para compartir los objetivos y
generar los esfuerzos para alcanzarlos, fortaleciendo la cohesión interna, la
cooperación y el orgullo de pertenencia.
El caso es que la cosa empezó dos meses atrás,
con la presentación oficial de curso. Tras el inicial “hola y adiós” de cortesía, fuimos pasando a la distensión y a los comentarios de rigor sobre el transcurrir de la formación, particularmente la parte práctica y la plataforma telemática. Pero, a medida que se fue acercando el examen, y de forma espontánea, se fue fraguando y consolidando el compañerismo y la complicidad, reforzados por la cercanía del equipo administrativo y docente.
De medio de difusión de comunicados y materiales de estudio, la
mensajería instantánea se convirtió en canal de transmisión de un auténtico
sentimiento de camaradería y apoyo mutuo. Prácticamente por generación
espontánea, se compartieron apuntes, ejercicios y dudas. Todavía más, lo mejor fueron
los mensajes de ánimo, el todos a una, la preocupación para que nadie se
quedase rezagado y, sobre todo, el buen humor.
No nos confundamos. No se trata de un grupo de risoterapia, con
todos los respetos que ello me merece. Todas las personas, sin excepciones, se
han implicado estudiando la materia y trabajando los ejercicios, lo que
enriquece y eleva el debate, generando una espiral ascendente de conocimiento
compartido. Se trata de un grupo de estudio comprometido con el curso por
razones profesionales, que ha evolucionado hacia el alto rendimiento, a la vez
que fortalecido la cohesión interna.
El trabajo en equipo genera sinergias
que mejoran cuantitativa y, sobre todo cualitativamente, los resultados. Gracias
a la motivación compartida se alinean la coordinación de las tareas y la gestión
de los recursos para alcanzar los objetivos comunes con eficacia y eficiencia.
Y eso ha sido lo mejor de todo, encontrar en el curso un excelente
equipo que, con trabajo y, sobre todo, apoyándose mutuamente, ha transformado una
situación meramente académica en una magnífica experiencia humana.
A esas compañeras y compañeros
dedico esta líneas, congratulándome por compartir y disfrutar de su profesionalidad
y calidad humana.
Gracias por compartir y que tengas
un estupendo día.
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