Hay series televisivas que siempre vienen muy a mano para pasar un rato desenfadado y divertido, como Frasier, Seinfeld, Aquí no hay quien viva o The Big Bang Theory. Pero también brindan una excelente oportunidad para reflexionar sobre
la diversidad y complejidad del comportamiento humano. Por ejemplo, esta última, al tiempo que lleva
al límite las extravagancias de los protagonistas, rindiendo un homenaje al
universo friki, también representa una excelente oportunidad para caracterizar
estereotipos de conducta presentes en la sociedad.
Hoy me gustaría dedicar estas líneas a los personajes de Sheldom y Penny. Más allá de las evidentes diferencias
estéticas (aunque siempre habrá preferencias para cada gusto), podríamos decir
que ambos están en las antípodas en cuanto a su percepción y estrategias de
interacción con el mundo que les rodea.
Sheldom es un brillante doctor en
física, a la vanguardia de la investigación sobe la Teoría de Cuerdas, a la
vez que también es una base de datos viviente de todo tipo de información. Su
privilegiado cerebro da continuas muestras, con creces, de sus extraordinarios
conocimientos y razonamientos sobre el funcionamiento de las cosas. Vive en un
mundo psicológico y físico perfectamente ordenado, donde todo tiene sentido
y explicación, siendo predecible y confortable. Basa sus decisiones en el
análisis racional, sopesando pros y contras, seleccionando la mejor opción
conforme a parámetros objetivos.
Por su parte, Penny, eterna
aspirante a actriz, se gana la vida como camarera, sin aparentes perspectivas de mejora laboral o económica. Carece de inquietudes intelectuales, siempre anda corta de recursos, vive en medio del caos, sin orden alguno, tanto
en su apartamento como en su vida, a golpe de improvisación y sin más horizonte
que gestionar el día a día según se presente. Es impulsiva, pasional, arrastrada
por su instinto y emociones, sin pararse en proyecciones de posibles pérdidas o
ganancias.
Hasta aquí la lectura fácil de los
hechos. Igualmente, cabe añadir que
son polos opuestos en cuanto a la gestión y
éxito en las relaciones sociales. Sheldom es un auténtico fracaso en la
interacción con los demás, carece de tacto y empatía, sin conseguir la más
mínima conexión emocional con nadie, ni siquiera su novia (¿?) Amy. Por el
contrario, Penny es la alegría de la fiesta, sin timidez ni recato en la relación con otras personas, de sonrisa fácil
y gran inteligencia emocional, que le procura integrarse fácil y rápidamente en
cualquier entorno.
Este no es un tema menor. En el mundo
social que compartimos, la habilidad de conectar con los demás es un factor
decisivo de éxito, integración, adaptación y progreso. Las personas con escasa
competencia en este ámbito están en clara desventaja, difícilmente compensable
con otras destrezas. Claro que es fundamental ser bueno en algo para despuntar,
pero también se requiere “saber vender” dicha aptitud. Y para ello, es imprescindible
una relación fluida con los demás. Como bien saben publicistas, asesores de
imagen, especialistas en marketing y políticos, la promoción y publicidad de cualquier evento supone, cuando menos, la
mitad del camino al éxito.
El ámbito profesional no es una excepción. Más aún, la supervivencia
y desarrollo de cualquier empresa depende de poner en el mercado productos y
servicios competitivos y, sobre todo, saber venderlos. Esta labor comercial se
desarrolla no sólo en la visita a clientes potenciales, sino desde el teléfono,
el mostrador, la mesa de reuniones o tomando café. Máxime en mercados tan
competitivos como los actuales, tan igualados en producción y costes,
donde las diferencias las marca la calidad del servicio. Lástima que la torpeza
emocional de los Sheldoms nos prive de su genialidad pero, en esta partida, los corazones ganan a las picas.
Gracias por compartir y que tengas
un estupendo día.
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