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martes, 30 de septiembre de 2014

¿Corazones o picas?


Hay series televisivas que siempre vienen muy a mano para pasar un rato desenfadado y divertido, como Frasier, Seinfeld, Aquí no hay quien viva o The Big Bang Theory. Pero también brindan una excelente oportunidad para reflexionar sobre la diversidad y complejidad del comportamiento humano. Por ejemplo, esta última, al tiempo que lleva al límite las extravagancias de los protagonistas, rindiendo un homenaje al universo friki, también representa una excelente oportunidad para caracterizar estereotipos de conducta presentes en la sociedad.

Hoy me gustaría dedicar estas líneas a los personajes de Sheldom y Penny.  Más allá de las evidentes diferencias estéticas (aunque siempre habrá preferencias para cada gusto), podríamos decir que ambos están en las antípodas en cuanto a su percepción y estrategias de interacción con el mundo que les rodea.

Sheldom es un brillante doctor en física, a la vanguardia de la investigación sobe la Teoría de Cuerdas, a la vez que también es una base de datos viviente de todo tipo de información. Su privilegiado cerebro da continuas muestras, con creces, de sus extraordinarios conocimientos y razonamientos sobre el funcionamiento de las cosas. Vive en un mundo psicológico y físico perfectamente ordenado, donde todo tiene sentido y explicación, siendo predecible y confortable. Basa sus decisiones en el análisis racional, sopesando pros y contras, seleccionando la mejor opción conforme a parámetros objetivos.

Por su parte, Penny, eterna aspirante a actriz, se gana la vida como camarera, sin aparentes perspectivas de mejora laboral o económica. Carece de inquietudes intelectuales, siempre anda corta de recursos, vive en medio del caos, sin orden alguno, tanto en su apartamento como en su vida, a golpe de improvisación y sin más horizonte que gestionar el día a día según se presente. Es impulsiva, pasional, arrastrada por su instinto y emociones, sin pararse en proyecciones de posibles pérdidas o ganancias.

Hasta aquí la lectura fácil de los hechos. Igualmente, cabe añadir que
son polos opuestos en cuanto a la gestión y éxito en las relaciones sociales. Sheldom es un auténtico fracaso en la interacción con los demás, carece de tacto y empatía, sin conseguir la más mínima conexión emocional con nadie, ni siquiera su novia (¿?) Amy. Por el contrario, Penny es la alegría de la fiesta, sin timidez ni recato en la  relación con otras personas, de sonrisa fácil y gran inteligencia emocional, que le procura integrarse fácil y rápidamente en cualquier entorno.

Este no es un tema menor. En el mundo social que compartimos, la habilidad de conectar con los demás es un factor decisivo de éxito, integración, adaptación y progreso. Las personas con escasa competencia en este ámbito están en clara desventaja, difícilmente compensable con otras destrezas. Claro que es fundamental ser bueno en algo para despuntar, pero también se requiere “saber vender” dicha aptitud. Y para ello, es imprescindible una relación fluida con los demás. Como bien saben publicistas, asesores de imagen, especialistas en marketing y políticos, la promoción y publicidad  de cualquier evento supone, cuando menos, la mitad del camino al éxito.

El ámbito profesional  no es una excepción. Más aún, la supervivencia y desarrollo de cualquier empresa depende de poner en el mercado productos y servicios competitivos y, sobre todo, saber venderlos. Esta labor comercial se desarrolla no sólo en la visita a clientes potenciales, sino desde el teléfono, el mostrador, la mesa de reuniones o tomando café. Máxime en mercados tan competitivos como los actuales, tan igualados en producción y costes, donde las diferencias las marca la calidad del servicio. Lástima que la torpeza emocional de los Sheldoms nos prive de su genialidad pero, en esta partida, los corazones ganan a las picas.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.

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