Paseando el fin de semana reparé en unas protecciones
dispuestas para prevenir una zona de desprendimientos, así como en otras que
delimitaban un socavón en la acera. Ciertamente, una medida prudente de las
autoridades, a fin de evitar accidentes o desgracias a los peatones.
Claro que, de tanto verlas, no había caído en que llevaban allí, al menos, un año con igual propósito, sin que se hubiese reparado la malla protectora de los posibles desprendimientos ni rellenado el socavón. ¿De qué se trataba, por qué tanto tiempo sin arreglarlo? ¿Escasez presupuestaria, de recursos humanos, de equipamientos o, sencillamente, desidia? Lo cierto es que la administración responsable se ha circunscrito, durante más de un año, a delimitar el perímetro, desentendiéndose de la solución a un problema de seguridad pública.
Claro que, de tanto verlas, no había caído en que llevaban allí, al menos, un año con igual propósito, sin que se hubiese reparado la malla protectora de los posibles desprendimientos ni rellenado el socavón. ¿De qué se trataba, por qué tanto tiempo sin arreglarlo? ¿Escasez presupuestaria, de recursos humanos, de equipamientos o, sencillamente, desidia? Lo cierto es que la administración responsable se ha circunscrito, durante más de un año, a delimitar el perímetro, desentendiéndose de la solución a un problema de seguridad pública.
Con esta reflexión en mente,
al regresar a casa me percaté de cuestiones igualmente aplazadas sin una razón clara: objetos sin guardar desde tiempos inmemoriales o alguna pequeña reparación de bricolaje sin efectuar, por citar un ejemplo. Alertado mi cerebro con estas cuestiones, al retornar al trabajo, no me costó identificar asuntos menores pendientes de resolver o llamadas pospuestas sin motivo aparente.
al regresar a casa me percaté de cuestiones igualmente aplazadas sin una razón clara: objetos sin guardar desde tiempos inmemoriales o alguna pequeña reparación de bricolaje sin efectuar, por citar un ejemplo. Alertado mi cerebro con estas cuestiones, al retornar al trabajo, no me costó identificar asuntos menores pendientes de resolver o llamadas pospuestas sin motivo aparente.
Creo que todos compartimos algo de este desorden en nuestras
vidas. De forma consciente o no, aparcamos asuntos, ya sea por ser polémicos,
por aburrirnos, por suponer un esfuerzo extra, por no sentirnos capacitados o,
sencillamente, porque no nos apetece abordarlos.
Hace mucho tiempo que escuché aquello de que lo peor de un
problema es acostumbrarse a convivir con él. No puedo estar más de acuerdo. Tal
es así, que llegan a hacerse imperceptibles, limitando nuestra iniciativa y
acotando nuestro abanico de actuaciones posibles. Es como acostumbrarse a vivir
con alguna merma física. Intentamos compensarla con el resto de sentidos o
miembros del cuerpo, pero el resultado nunca es el mismo. Estas limitaciones
impiden nuestro pleno desarrollo profesional, condicionando nuestra competencia.
En entornos tan competitivos como vivimos, se trata de un auténtico hándicap
que no podemos permitirnos. Aquí viene a mano aquello de la paja en el ojo
ajeno vs. la viga en el propio. Nos habituamos de tal forma a rodear una
columna en medio de la habitación que nos olvidamos de su presencia, perdiendo
la perspectiva de otras posibilidades.
Otra modalidad de esta negativa a resolver determinadas
cuestiones es su aplazamiento sine die,
más conocido como procastinar. No
siempre es intencionado, pero tampoco presenta una causa clara en todas las
ocasiones. En estos casos, lo mejor es acudir al eje urgente-importante para
determinar qué podemos aplazar y qué debemos afrontar. En caso de no haber
otros temas más urgentes o importantes a resolver en ese momento, no hay motivo
ni necesidad de aparcar los asuntos que se nos presentan en el día a día. Como
medida preventiva, nada mejor que una agenda real, donde ubicar inmediatamente
los temas que no pueden ser resueltos en el momento.
Tal es la creciente proliferación de este tipo de situaciones,
que existe un nutrido número de aplicaciones informáticas diseñadas para ayudarnos a poner orden en nuestras vidas. Desde las diseñadas para ordenadores hasta las
específicas de los dispositivos móviles, las famosas listas to-do pretenden darnos apoyo y, sobre
todo, disciplina y rigor en la organización de nuestras tareas. No hay duda de
su utilidad, pero igualmente cierto es que, adicional a estas herramientas, la
auténtica solución radica en tomar conciencia de nuestra responsabilidad y “coger
al toro por los cuernos”.
Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.
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