A vueltas con la visita a la clínica
odontológica fashion, tras hacerme la
radiografía buco-dental (una panto, según la llamaban allí), me dirigieron a otra consulta para proceder a la
limpieza. Con la enorme pantalla encima de mi cabeza, podría parecer que estaba disfrutando una
proyección Imax, de no ser por el mal rato que me estaba dando el odioso
cepillo de limpieza. A fe mía que aún revivo el tormento. En más de una ocasión
estuve tentado, urgido, de salir corriendo, preguntándome por qué diantres soportar
aquello. Como si no hubiese ya suficientes cosas desagradables que afrontar en la vida cotidiana.
¿A cuento de qué “comerme el marrón” sin necesidad?
En estas andaba cuando, sin previa
invitación,