Hace ya unos cuantos años, fui testigo de la implantación de las cadenas de comida rápida, en forma de burguers and chips, en las capitales canarias. Por aquél entonces, me sorprendió, más bien, asombró, ver al personal perfectamente uniformado y con un protocolo de trabajo y atención al público muy estructurado. Acostumbrado al trato próximo e informal de los establecimientos locales de perritos y hamburguesas, no terminaba de entender la necesidad de tanta parafernalia.
También de aquella época lejana, recuerdo con cariño la acogida, a modo de saludo, que siempre dispensaba una compañera de trabajo, con una afable sonrisa y un solícito ¿en qué puedo ayudarte?, ya fuese
abril u octubre, hiciera frío o calor. Tal es así que, en un centro de trabajo
con más de 100 personas, de todos era conocida su excelente disposición y diligencia para
atender peticiones o sugerencias de otros compañeros.
Igualmente, en un restaurante, oficina o comercio, además del producto
adquirido, valoramos
el servicio recibido. De poco sirve un buen plato o artículo si nos marchamos con la sensación de no haber sido escuchados o atendidos adecuadamente. Pero, ¿cuál es la receta mágica, la llave maestra que abre el corazón de los clientes? Aunque variada en las formas, la respuesta es sencilla, muy sencilla: el mismo trato que queremos para nosotros, nuestra familia, amigos, compañeros…, lo merecen clientes y proveedores del entorno profesional.
el servicio recibido. De poco sirve un buen plato o artículo si nos marchamos con la sensación de no haber sido escuchados o atendidos adecuadamente. Pero, ¿cuál es la receta mágica, la llave maestra que abre el corazón de los clientes? Aunque variada en las formas, la respuesta es sencilla, muy sencilla: el mismo trato que queremos para nosotros, nuestra familia, amigos, compañeros…, lo merecen clientes y proveedores del entorno profesional.
No hay que elucubrar mucho. En el terreno personal queremos
sentirnos agradados, recibir una sonrisa, cordialidad o respeto. En el aspecto
profesional, requerimos ser escuchados, comprendidos, ayudados y asesorados con
soluciones adecuadas a nuestras necesidades e intereses, en términos de
practicidad y presupuesto.
Sin embargo, y a pesar de la relevancia de esta competencia en las cifras del negocio, ¿cuál es el alcance de la cualificación en la atención al cliente de dependientes, oficinistas, mecánicos, repartidores, funcionarios o médicos, por citar unos pocos? ¿Dónde han aprendido estas habilidades básicas y de tanto calado en el desempeño personal y profesional? Es sintomático que se dediquen miles de horas y de euros anualmente a dar formación a profesionales en esta materia. Siendo conscientes de su trascendencia, posiblemente, sería muy conveniente imbricarla desde la temprana infancia en hogares, escuelas y centros de estudios, incluyéndola en los programas formativos.
Las personas que
atienden al cliente me merecen máximo respeto. Su labor no siempre es grata y no siempre reciben el reconocimiento adecuado. Están en la primera línea del
negocio, donde se hace caja, representando a la empresa, en el difícil punto de
equilibrio entre dos intereses, a veces discordantes. De su actitud y comportamiento depende gran parte de los resultados finales, tanto en términos de prestigio, o imagen de marca, como de facturación. A ellas dedico esta reflexión y expreso mi admiración,
especialmente al excelente equipo con el que tengo el privilegio de compartir
un proyecto profesional común.
Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.
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