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martes, 17 de junio de 2014

Sostenella y no enmedalla.

Juan Fco. Martín.

Una de las primeras series televisivas americanas en formato moderno que arrasaron en nuestro país fue Dallas, protagonizada por el malo malísimo JR y el bueno de Bobby. Tras ella, mitos como Falcon Crest, Melrose Place, Sensación de Vivir y así un largo y creciente etcétera hasta la fecha. Algo que comparten las series son los innumerables líos que surgen en cada episodio, con malentendidos a mansalva, terminando todos enfrentados. Para colmo, en medio de tanto lío todo son broncas, con una escalada de agresividad verbal que prende como la gasolina en un incendio, alejando las posturas y dificultando el entendimiento. Confieso que no comprendía por qué no resolvían las cosas en el momento, con lo fácil que parecía explicar y aclarar las confusiones.

Aunque las series son ficción y exageran personajes y situaciones, lamentablemente, este esquema se reproduce en la realidad diaria, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Hay personas que optan por la confrontación en lugar de por el diálogo. En ocasiones se trata de la incapacidad, o falta de habilidad, para frenar el deterioro de la situación y evitar el enfrentamiento, o para revertirla En otras, la cabezonería, el pulso, la obsesión por salirse con la suya, por imponerse a cualquier precio.

Por si fuera poco, el problema se acrecienta cuando
nos dejamos llevar por las emociones, "el pronto", que nos arrastran más allá del punto de retorno, impidiéndonos volver al terreno de juego. Extremamos las posturas, nos radicalizamos y luego no sabemos retomar las riendas sin tener que reconocer el error, prefiriendo mantenernos en la actitud equivocada. Con frecuencia, la falta de cálculo de las posibles consecuencias acompaña a estos comportamientos, deteriorando las relaciones y generando más perjuicio que beneficio. Se produce una pérdida neta en la cuenta de resultados sin compensación alguna..

Repitiendo los errores de la historia, viene al caso la fórmula utilizada por los hidalgos españoles del siglo XVI para mantener su honor: "Nunca un caballero desenvaina y pide disculpas, aunque se equivoque". Lo grave de la gallardía no es el hecho de equivocarse, sino mantenerse en el error a sabiendas.

En estas ocasiones siempre recuerdo el ejemplo de un compañero de trabajo que, ante cualquier conato de conflicto o posible enfrentamiento, mirando a los ojos, rompía en una carcajada contagiosa, cordial, rebajando la tensión y tendiendo puentes. Burlaba de esta forma la confrontación facilitando el entendimiento por el lado emocional, desactivando completamente las actitudes hostiles o agresivas. En estas circunstancias, instalarse en la bronca resultaba gratuito e innecesario, incluso ridículo. Aquella risa era una invitación amistosa al diálogo, quitando hierro al asunto para abordarlo desde una perspectiva constructiva y, sobre todo, positiva, con "buen rollito". Posiblemente este sea uno de los grandes valores de la recurrida frase "vamos a tomar café". Los temas fluyen cuando la actitud emocional es cercana y nos consideramos aliados en la búsqueda de soluciones conjuntas a un problema común.

No nos confundamos. No se trata de evitar la confrontación a cualquier precio o de renunciar a las convicciones o planteamientos propios. Para encontrar esas soluciones contamos con poderosas herramientas como la escucha activa, la empatía, la negociación, la asertividad y, sobre todo, la inteligencia. Cualquier desencuentro debe tener una motivación, una razón, un objetivo y puede ser abordado con estas herramientas. De lo contrario, se convierte en una pérdida de tiempo y energía, en una inversión ruinosa.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.

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