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martes, 10 de junio de 2014

Corrigiendo el tiro.

Juan Fco. Martín.

Por fin. Tras sucesivas derrotas en el último año ante su bestia negra, Nadal se impuso Djokovic. Y lo hizo a lo grande, nada menos que en la final de Roland Garros, consiguiendo su novena ensaladera en este prestigioso torneo internacional. No fue tarea fácil. En los últimos tiempos, nos tiene en un continuo sin vivir, comenzando los partidos remontando resultados adversos y yendo de menos a más.

Apenas dos semanas antes, Djokovik le doblegaba en la final de Roma, también en tierra batida, sembrando la duda sobre el desenlace de un posible enfrentamiento en París.Sin embargo, a pesar de las apuestas en contra, tirando de rabia y orgullo, con pundonor y esfuerzo, el campeón español demostró, una vez más, su condición de número uno mundial y de rey de las pistas de tierra.

También nuestro segundo tenista de élite, David Ferrer, quinta raqueta en el ranking mundial, se caracteriza por su trabajo y tesón. No tiene un tenis brillante ni demoledor, pero disputa cada punto, no dando una bola por perdida. Que cayese ante Nadal en el torneo galo no es nuevo. Lo que sí sorprende, y mucho, son
los 13 juegos perdidos de 14 en la segunda mitad de partido, tras haber ganado el primer set. Nada menos que 50 errores no forzados por 21 de Nadal. El propio Ferrer se disculpó ante los espectadores, achacando su pésimo rendimiento a una inadecuada actitud y a la pérdida de concentración.

Una vez más, estos cracks del deporte español nos dan una lección, de la que podemos tomar nota tanto en el terreno personal como en el profesional. Lo de Nadal está claro, no hay discusión posible sobre la recompensa al trabajo y esfuerzo, máxime tras haber superado una importante lesión que le tuvo aparatado de las pistas casi un año. Huelga decir que nada es gratis y que con determinación ampliamos exponencialmente nuestras posibilidades.

La “pájara” de Ferrer, de la que ningún deportista o profesional estamos a salvo, también tiene su aquél. ¿Somos conscientes de la cantidad de veces, demasiadas, que nos desconcentramos, perdemos el hilo, cuando cometemos un error? Los pensamientos negativos nos “cortocircuitan”, impidiéndonos pensar y actuar con acierto. ¿De qué sirve bloquearnos, obsesionarnos con lo que ya no tiene remedio, entrando en un bucle de negatividad?

Los errores están ahí. No son deseables, pero sí propios del comportamiento humano y su utilidad estriba en servirnos de aprendizaje para enmendarlos y evitarlos en futuras ocasiones.La actuación inteligente exige el análisis de las circunstancias que nos han conducido al error, re-evaluar la situación, considerar las posibles alternativas y, sobre todo, tener el firme propósito, y asumir el compromiso, de hacer las cosas de otra manera. La ausencia de autocrítica despoja al error de todo valor, haciendo bueno el viejo dicho de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra..



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.


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