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lunes, 26 de mayo de 2014

Yes, we can


Juan Fco. Martín.

En 2008, la campaña electoral de Barak Obama se fundamentó en el archiconocido slogan “Yes, we can”. Sencillo, de gran poder fonético y mayor impacto mediático. Tal es así que ha irradiado a la esfera cotidiana convirtiéndose en un  símbolo de seguridad y confianza en la capacidad propia.

Recientemente, con el mismo propósito y convicción, hemos escuchado “si se quiere y se trabaja, se puede”, dicho desde la humildad y el esfuerzo, y demostrado con resultados contundentes. Son las palabras de
Diego Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, al ganar la competida liga de fútbol española, tras un disputado mano a mano con el todopoderoso Barcelona, a pesar de la abismal diferencia de presupuesto y plantilla.

Finalmente, no pudieron hacerse con la  ansiada copa de la Champions, en su segunda oportunidad, 40 años después de la primera. A dos minutos del final, el Real Madrid desbarató el sueño, empatando y forzando la prórroga en la que impuso su aplastante superioridad. Probablemente, el resultado hizo justicia a los méritos demostrados por cada equipo, aunque el marcador fuese totalmente injusto. ¿Qué ocurrió para producirse semejante vuelco de los acontecimientos?
  1. El Atlético de Madrid dejó de creer en sí mismo. En lugar de afianzar la renta obtenida con el gol marcado en la primera parte, se “achantó”, se encerró en su campo, casi limitándose a defender la  ventaja conseguida. Se aferró a la esperanza de que las cosas no cambiasen, sin “rematar al enemigo herido”. Quizás le pudieron los nervios o se confiaron demasiado. En todo caso, un error de cálculo con fatal desenlace.
  2. El Real Madrid se aplicó la medicina del rival. Creyó en su capacidad para hacerse con el triunfo, superando la desventaja del gol en contra, prácticamente sobre el reloj, y sentenciando el partido en la prórroga.
No obstante esta circunstancia, ambos equipos llegaron a la final por derecho propio, avalados por su trayectoria en la competición y por sus respectivos triunfos en la Copa y Liga españolas. A ambos debemos felicitarles, sin restar un ápice de valor al Atlético por no haber ganado el torneo.

Más allá del extraordinario papel desempeñado por los entrenadores y de la evidente sinergia del trabajo en equipo, hay una, mejor dos, conclusiones que podemos extrapolar al ámbito personal y profesional:
  • Tesón y profesionalidad. Los jugadores nos han dado una auténtica lección del valor del esfuerzo, del trabajo duro, de la constancia y de la confianza en las posibilidades propias. Nada es gratis, todo tiene un precio, mayor cuanto más valioso es el premio. Conseguirlo requiere dedicación, incluso sacrificio, pero no es imposible. Lo que es cierto es que nunca lo alcanzaremos si no nos lo proponemos. Ahora bien, no se trata sólo de desear conseguirlo, sino de comprometerse decididamente, asumiendo lo que ello conlleva.
  • El conformismo no es buen consejero en un mundo en movimiento. Un dicho popular reza que “cuando el enemigo se equivoca, no lo distraigas”, aunque en este caso deberíamos aplicar “no te distraigas cuando el enemigo acecha”. Si no estamos atentos, vigilantes a la evolución del entorno, corremos serio riesgo de quedarnos descolgados, de perder el paso y no llegar a tiempo. Es más, esta vigilancia debe permitirnos anticiparnos a los cambios, predecirlos y actuar proactivamente para contrarrestarlos o, mejor aún, aprovecharlos.
Tampoco el equipo de baloncesto del Real Madrid pudo ganar la semana pasada la Euroliga, ni Nadal la final del torneo de Roma. Sin embargo, ello no merma su mérito ni la admiración ante su pundonor, esfuerzo y confianza en sus propias capacidades. Tomemos su ejemplo como espejo en el que mirarnos cada día y al abordar nuevos retos, por difíciles que parezcan.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.

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