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martes, 24 de junio de 2014

¿Liebre o tortuga?


Bien dicen que hasta el rabo todo es toro. Al igual que le ocurriera al Atlético de Madrid en la final de la Champions, Las Palmas vio esfumarse en el último minuto sus aspiraciones de ascender a la primera división de la Liga española, doce años después de haberla abandonado. Tras una temporada de trabajo, disputó la promoción y tuvo el preciado ascenso en sus botas durante todo el segundo tiempo, hasta que el Córdoba se lo arrebató. Desconozco cuál de los dos equipos hizo más méritos o si el resultado final fue justo. Las reglas son las que son y conforme a ellas se resolvió el encuentro.

El Córdoba, lo mismo que el Madrid, a pesar de estar sobrepasado el tiempo reglamentario, no cejó en su empeño y obtuvo su premio. Bien podía haberse resignado con el marcador, habida cuenta de su impotencia para marcar en el segundo tiempo, pero no. Los jugadores mantuvieron la confianza en sus posibilidades, en su esfuerzo y en sí mismos. Un gol sobre el reloj les trasladó de la derrota a la primera división, tras 42 años desde que la pisaron por última vez.

Por otro lado, tal fue la certeza de la afición local de retornar a primera que,
antes de cumplirse el tiempo, cientos de personas saltaron al campo a celebrar el triunfo. Quiero pensar que lo insólito de la situación y la gravedad de los incidentes sobrevenidos tan inesperadamente, desconcertaron a los jugadores, dificultando su concentración en la reanudación del juego para disputar el último minuto, circunstancia que supo aprovechar el rival.

Lo que no tendría un pase sería que el mismo exceso de confianza de los aficionados se hubiese contagiado a los jugadores, mermando su vigilancia, relajando la disciplina, la coordinación y, sobre todo, la ambición de luchar hasta el último minuto por hacerse con el preciado premio. Si así fuese, se repetiría la fábula de la liebre y la tortuga y esto no tendría excusa. Y no vale decir aquello de que "el conejo me riscó la perra".

Tampoco sería justificable bajar los brazos con la ínfima renta proporcionada por el gol marcado al inicio de la segunda parte. Aferrarse a un resultado tan frágil es jugar a la ruleta rusa. Un empate en estas circunstancias supondría la victoria del rival, como sucedió a la postre. Ese primer gol daba a Las Palmas la oportunidad, y la obligación, de rematar la faena marcando el segundo tanto que trajese la tranquilidad. No sólo numérica, también psicológica, dando un golpe de autoridad mediante la demostración de fuerza y convicción frente al adversario, marcando el terreno y haciendo una auténtica exhibición de intenciones. No sé si la naturaleza humana se caracteriza por el conservadurismo y el miedo a perder lo conseguido. Lo que parece cierto es que, sin asegurar el resultado ni amarrar el partido, enrocarse y esperar a que el árbitro pite el final es un viaje seguro al fracaso.

Como de costumbre, la vida nos brinda enseñanzas cada día, a poco que queramos aprender de ellas. Ojalá que seamos capaces, y valientes, para aplicarlas corrigiendo errores y aprovechando las oportunidades. Lástima que esta vez haya sido a costa de la penosa derrota de un equipo canario. Felicidades al Córdoba por su perseverancia, deseándole lo mejor en esta nueva e ilusionante etapa que comienza.




Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.

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