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lunes, 10 de marzo de 2014

Say what?


Transitar por travesías de montaña ofrece extraordinarios paisajes, que se ven completamente diferentes en función del sentido de la marcha, ascendente o descendente. Mientras que al subir vemos la cima o el puerto que la corona y el cielo, bajar ofrece una panorámica que se extiende hasta el fondo del valle y más allá. También si nos situamos al pie o en la azotea de un edificio alto las vistas son radicalmente diferentes, a pesar de tratarse de un mismo lugar.

Un único hecho puede tener significados radicalmente distintos en función de la “óptica” desde la que se ve. Por poner un ejemplo básico, las diferencias entre jueces en competiciones deportivas o en concursos. Se trata de diferencias debidas a la apreciación personal, a pesar de compartir los mismos criterios de valoración.


En la interacción entre personas ocurre una situación similar, conforme a la perspectiva con la que se miran las cosas. La percepción es un proceso psicológico que tamiza la información de los sentidos conforme a diversos factores. Sin ser exhaustivos, influyen aspectos como los valores o principios éticos, el entorno familiar, cultural o profesional, el estado emocional, los resultados de experiencias anteriores o la vinculación personal con los hechos, entre otros.

Esta misma percepción que nos sirve para interpretar el mundo que nos rodea, en ocasiones puede “engañarnos” si no vemos la fotografía completa, desde todos los ángulos. Por practicidad, tendemos a clasificar y etiquetar nuestro entorno pero, en ocasiones, puede ser contraproducente si partimos de premisas erróneas. Por ello, es fundamental detenernos a considerar las situaciones antes de emitir juicios sobre ellas.

Tanto en la vida personal como en la profesional, a diario se producen situaciones adversas fruto de una errónea apreciación de las mismas, que pueden evitarse teniendo en consideración la perspectiva de las otras personas afectadas. Algo tan sencillo como eso puede tener poderosos resultados en la eficacia de la comunicación y en las relaciones interpersonales.

Esto mismo ocurre con los procesos de negociación a cualquier nivel. Aunque debemos partir de unos objetivos mínimos, también hemos de ser conscientes de la realidad de la otra parte, de sus motivaciones y metas. Muchas veces, pequeñas cesiones pueden convertirse en fuertes aliados para conseguir acuerdos. Las negociaciones mutuamente satisfactorias generan relaciones sólidas, duraderas en el tiempo y provechosas para futuros entendimientos.
 
No se trata de grandes tratos a altos niveles ejecutivos, que también, sino de las interacciones más elementales en el ámbito personal y profesional. El mero hecho de estar a uno u otro lado de una mesa o un mostrador, crea intereses propios que tratamos de defender. Pero no tienen por qué ser intereses contrapuestos, sino complementarios donde, con flexibilidad y voluntad por ambas partes, pueden llegar a buen puerto exitosamente.

La pauta a seguir es asombrosamente sencilla y realmente eficaz: antes de decidir o actuar, pararse a pensar cómo ve la otra persona la misma realidad y qué podemos hacer para ayudarle a conseguir sus objetivos sin menoscabar los nuestros. Con toda seguridad, los resultados serán, con diferencia, mejores y más satisfactorios para todos.



Gracias por compartir y que disfrutes de un estupendo día.

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