Una vez más, la ruleta de la vida nos lleva a la casilla de salida
de un nuevo año. Atrás quedan esas tres semanas especiales que denominamos
Navidad y nos sumergimos de nuevo en la rutina. Siempre me han gustado las
navidades. No creo que la alegría e ilusión sea exclusiva de los niños.
Posiblemente, sea un tópico al que recurrimos para enmascarar nuestras
reminiscencias infantiles. En cualquier caso, las considero una excelente
ocasión, excusa si lo prefieren, para la cordialidad, las bromas, exteriorizar
sentimientos, compartir momentos con amigos y familia o atracarnos de todo lo que
sube el colesterol y los triglicéridos.
A eso añado la espectacular escenografía, conformada por luces,
decoraciones, villancicos, cabalgatas y todas las manifestaciones que las
acompañan. Aunque es una locura, todos nos vemos inmersos en la vorágine de las
compras compulsivas, ya sea porque hay que regalar o porque nos apetece, y
todos despotricamos una vez más por lo mismo.
Aprovechando las vacaciones de los niños, o motivadas por ello,
muchos disfrutan también de unos días de descanso. Hay quienes salen de viaje o
quienes, simplemente, prefieren dedicar esos días a descansar y a las referidas
compras navideñas.
Sin embargo, muchos otros no tienen esa suerte o esa posibilidad.
Particularmente, quiero referirme a quienes no tienen trabajo y a aquellos que
no les queda más remedio que trabajar en estas fechas. Respecto a los primeros,
siempre incluyo
en mi declaración de intenciones para el nuevo año, el profundo deseo de que encuentren una oportunidad digna de incorporarse al mercado laboral, que les reporte autonomía , la satisfacción de ganarse la vida honradamente y de llevar ilusión y proyectos de futuro a su familia.
en mi declaración de intenciones para el nuevo año, el profundo deseo de que encuentren una oportunidad digna de incorporarse al mercado laboral, que les reporte autonomía , la satisfacción de ganarse la vida honradamente y de llevar ilusión y proyectos de futuro a su familia.
También las personas que, obligatoriamente tienen que trabajar en
estas fechas sin la menor posibilidad de disfrutar de unos días con sus hijos y
seres queridos, ocupan de manera especial mi pensamiento. Aquí incluyo los
servicios públicos como policía, hospitales, emergencias, misiones de paz, atención
a mayores y hogares infantiles, prisiones, así como un largo etcétera que están
ahí, aun cuando no seamos conscientes de ello.
No obstante, en la mayoría de los casos, estas personas tienen
turnos y trabajan unos días para descansar otros. Pero quienes no les queda otra
que trabajar cada día de las navidades, casi siempre mañana y tarde, muchas
veces haciendo horas no compensadas, dado el carácter comercial de las fiestas,
son los profesionales de atención al público. Las grandes cadenas de almacenes
u hoteles, tienen suficientes recursos para asimilar el gasto extra que ello
les supone estableciendo turnos, rotaciones o sustituciones. Sin embargo a los
negocios de hostelería y al pequeño comercio no les queda otra que aguantar el
tirón con los mismos medios con los que cuentan para el resto del año. Esto
implica exceso de horas y jornadas maratonianas incompatibles con el descanso y
con la familia, con las que les gustaría compartir las fiestas disfrutando de las
vacaciones de sus hijos.
Es más, en muchos casos, la posible recompensa
que puedan recibir no alcanza a compensar su esfuerzo y sacrificio, Sin
embargo, ahí están, al pie del cañón, ofreciéndonos una sonrisa y para servirnos un café, una comida o una valiosa ayuda para encontrar esos regalos
tan especiales con los que el queremos felicitar las fiestas.
Esos profesionales merecen mi total respeto
y admiración, como esas compañeras que han hecho gala, una vez más, de su
pundonor, profesionalidad y compromiso, todavía con más ahínco en momentos
difíciles superando la adversidad. Mil gracias.
Gracias por compartir y que tengas
un estupendo día.
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