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domingo, 28 de diciembre de 2014

Parece que fue ayer.

Juan Fco. Martín.

Hace escasas semanas que se celebró la final de la segunda edición de un conocido concurso televisivo de cocina con gran éxito de audiencia. Debo confesar que me cogió fuera de juego, sorprendido por lo reciente que me había parecido el desenlace de la primera entrega. Claro que, apenas unos meses atrás, me asombraba lo rápido que han pasado los años desde la “movida madrileña”, tras ver también un programa dedicado al evento. Y así, casi sin darnos cuenta, se nos va pasando la vida.

El transcurrir del tiempo es inevitable. Querer parar el reloj es lo mismo que intentar retener el agua entre los dedos. Lo que sí podemos hacer es aprovecharlo y disfrutarlo. Ello no implica necesariamente mantenerse atareados en todo momento, con cuatro o cinco calderos al fuego a la vez, puesto que, posiblemente, terminará quemándose la comida. Igual de válido es estudiar, leer, ver la televisión, dormir o charlar. Se trata de hacer lo adecuado en cada momento y, sobre todo, intentar pasarlo bien.

Efectivamente, por escasa que sea la disponibilidad que tengamos, propongámonos disfrutar de las actividades que nos ocupen y hacer lo que nos gusta siempre sea posible. En lugar de quejarnos de lo poco que podemos atender, busquemos la forma para que sean momentos de calidad. Esos que dejan la buena sensación de haberlos aprovechado, una impronta de bienestar. No siempre serán divertidos, pero igual de válida es la satisfacción que queda cuando acometemos aquello que sentimos que es nuestra responsabilidad.

Lo mismo reza en el ámbito familiar o social. Seamos conscientes de compartir buenos momentos, que merezcan la pena. Esos que, al final del día y con el paso de los mismos, recordamos con agrado. Es cierto que siempre, o casi, hay un mañana donde resolver o enmendar cuestiones pendientes pero, ¿para qué esperar a mañana? Mejor disfrutar del hoy y del mañana que perder esos momentos.

De igual forma que ocurre con las aficiones y las relaciones personales, el ámbito laboral
también supone una excelente oportunidad de sacar el máximo provecho del tiempo que le dedicamos. Máxime teniendo en cuenta que nos ocupa más de un tercio del día y que, en la mayoría de los casos, nos pagan por ello. Pero, más allá de esta última consideración, ¿necesitamos que nos vigilen, o que nos lo requieran, para sacar partido de tan extensa jornada laboral? ¿Acaso no es suficiente nuestro compromiso formal (contrato) y ético, de hacer lo máximo por la empresa que nos garantiza el sueldo y, por ende, nuestro medio de vida? ¿Somos conscientes que la empresa irá bien en la medida en que aportemos valor para su sostenimiento y progreso?

No es cuestión de desaprovechar las oportunidades de desarrollo que nos brinda el entorno profesional. Intentar hacer las cosas bien, buscar formas de mejorar, dar una atención y servicio de calidad a compañeros y clientes son excelentes modos de sacar partido al tiempo que dedicamos al trabajo. Y, a la vez, de pasarlo bien y de sentir satisfacción con lo que hacemos.

Esta actitud ante el trabajo también es una inversión en nosotros mismos, en la mejora de nuestra competitividad y de nuestra cotización como profesionales. Nos permite mantenernos activos,  cuidar la forma, y evitar “oxidarnos” por la falta de tono (“tensión”, que diría un expresidente del gobierno). Sacar rédito de los recursos que le dedicamos, hacer productiva nuestra la inversión, es una excelente manera de tonificar el cuerpo y el alma, de pasarlo bien y sentirnos satisfechos con nosotros mismos y con nuestras posibilidades de crecer como profesionales.

Porque el tiempo pasa inexorablemente, lo queramos o no cada vez más deprisa y, al mirar atrás, mejor sentir haberlo aprovechado que preguntarnos en qué lo hemos perdido.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.


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