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Juan Fco. Martín.miércoles, 29 de octubre de 2014
Una de camarones.
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miércoles, 22 de octubre de 2014
Toca afilar tijeras.
No hace mucho vi un reportaje en televisión sobre dos hermanos de la localidad grancanaria de Tunte que, tras finalizar el, entonces obligatorio, servicio
militar, abrieron una peluquería en el pueblo. Desde entonces, se han
ocupado del corte y acicalado de cabellos y barbas de sus convecinos, hombres
y mujeres. Creo recordar que regentan el único establecimiento del lugar
dedicado a tal menester. Por cierto, los hermanos en
cuestión tienen 80 y 84 años respectivamente, y continúan en activo después de
60 años en la profesión.
Ese curioso dato contrasta, cuando menos, con el deseo de muchos de
jubilarse, incluso antes de la edad reglamentaria, para disfrutar de la llamada
tercera edad. ¿Será que los hermanos de Tunte aún no han alcanzado dicha edad?
¿Será que, de hecho, disfrutan con lo que hacen? ¿Será que hay quienes no disfrutan
de su día a día y esperan al dorado retiro para empezar a hacerlo? Como quiera
que sea, los barberos de Tunte constituyen todo un ejemplo de vitalidad y dedicación
al trabajo.
Más allá de la anécdota y del reconocimiento y admiración que merecen los
personajes, cabría preguntarse cómo
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martes, 14 de octubre de 2014
Zapatero a tus zapatos.
Reconozco que mis méritos en materia
de bricolaje difícilmente van más allá del cambo de bombillas, aunque sin
llegar a los fluorescentes, con cebadores, casquillos, balastos y otras trampas
endiabladas. Cuando estoy en racha, también me atrevo con los muebles de Ikea aunque, todo sea dicho, tampoco es para tirar cohetes.
Esta molesta torpeza manual me sitúa
en la equidistancia entre la admiración y la envidia respecto a las
personas habilidosas en la materia, y no me refiero precisamente a los profesionales. Hablo
de la gente “normal” que hace sus pinitos en casa, ya sea con la brocha, el
destornillador o el taladro. Son esas personas que disfrutan reparando,
instalando, renovando o creando, poniendo mimo y atención a los detalles,
esmerándose en lo que hacen porque les gusta y quieren hacerlo bien.
Me consuelo (sin mucho éxito)
pensando que cada cual es bueno en lo que es. Hay quienes tienen mayor facilidad para según qué cosas: buen oído para la música,
buena inteligencia espacial para orientarse o dibujar perspectivas, destreza con
los números, complexión atlética para conseguir buenas marcas deportivas… Pero no nos engañemos.
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domingo, 5 de octubre de 2014
De cabras y montes.
Juan Fco. Martín.

Desde antes de comenzar la asignatura de Personalidad, la mala fama de
borde y “hueso” precedía al “profe”, a quien ni siquiera conocía aún. Lo cierto es que
asistir a las clases de Vicente
Pelechano Barberá fue un auténtico privilegio y satisfacción, diría que lo mejor del curso. Aquel hombre, de reconocimiento y prestigio internacional, sabía de lo
que hablaba y disfrutaba compartiéndolo. Sus clases eran un continuo fluir de
conocimientos expresados con amenidad, erudición y habilidad
pedagógica. No menos cierto fue que hubo que hincar los codos para aprobar,
pero supongo que en eso consiste el trabajo de estudiante, aunque en aquella
época no estuviésemos por la labor.
El estudio de la personalidad humana ha sido muy abundante por la importancia de sus repercusiones en todos los ámbitos de la vida:
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