Hay series televisivas que siempre vienen muy a mano para pasar un rato desenfadado y divertido, como Frasier, Seinfeld, Aquí no hay quien viva o The Big Bang Theory. Pero también brindan una excelente oportunidad para reflexionar sobre
la diversidad y complejidad del comportamiento humano. Por ejemplo, esta última, al tiempo que lleva
al límite las extravagancias de los protagonistas, rindiendo un homenaje al
universo friki, también representa una excelente oportunidad para caracterizar
estereotipos de conducta presentes en la sociedad.
Hoy me gustaría dedicar estas líneas a los personajes de Sheldom y Penny. Más allá de las evidentes diferencias
estéticas (aunque siempre habrá preferencias para cada gusto), podríamos decir
que ambos están en las antípodas en cuanto a su percepción y estrategias de
interacción con el mundo que les rodea.
Sheldom es un brillante doctor en
física, a la vanguardia de la investigación sobe la Teoría de Cuerdas, a la
vez que también es una base de datos viviente de todo tipo de información. Su
privilegiado cerebro da continuas muestras, con creces, de sus extraordinarios
conocimientos y razonamientos sobre el funcionamiento de las cosas. Vive en un
mundo psicológico y físico perfectamente ordenado, donde todo tiene sentido
y explicación, siendo predecible y confortable. Basa sus decisiones en el
análisis racional, sopesando pros y contras, seleccionando la mejor opción
conforme a parámetros objetivos.
Por su parte, Penny, eterna
aspirante a actriz, se gana la vida como camarera, sin aparentes perspectivas de mejora laboral o económica. Carece de inquietudes intelectuales, siempre anda corta de recursos, vive en medio del caos, sin orden alguno, tanto
en su apartamento como en su vida, a golpe de improvisación y sin más horizonte
que gestionar el día a día según se presente. Es impulsiva, pasional, arrastrada
por su instinto y emociones, sin pararse en proyecciones de posibles pérdidas o
ganancias.
Hasta aquí la lectura fácil de los
hechos. Igualmente, cabe añadir que