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lunes, 19 de mayo de 2014

Rompiendo moldes.

Juan Fco. Martín.

Cuando se cumplen 40 años del arrollador éxito del Waterloo de ABBA en Eurovisión, en esta última edición las redes sociales se incendiaban (la expresión trending topic se queda corta cuando queremos dar énfasis) con una encendida polémica. Según tengo entendido, se generó un extenso debate tanto por la vestimenta y actitud de unas pastorcillas polacas, que más bien parecían lobas hambrientas, como por la cantante ganadora del concurso. No ya por la calidad de la canción interpretada (creo que desde hace años es un aspecto secundario en las votaciones), sino por la controvertida intérprete, la austriaca Conchita Wurst.

Lo que de espaldas era una mujer de bella figura, resultó ser un barbudo de bella mirada, llamado Thomas Neuwirth. Durante varios días fue noticia de portada, más allá de lo meramente musical, por su valiente ruptura con los cánones establecidos, generando todo tipo de opiniones. Al margen de lo anecdótico y del circo en que se ha convertido Eurovisión, en pleno siglo XXI, la homosexualidad sigue siendo perseguida en muchos países, incluso castigada con la pena de muerte. La intervención de Conchita (y el respaldo de Austria) resulta un soplo de aire fresco por su atrevimiento, desparpajo y naturalidad, transgrediendo las rancias convenciones sociales que nos constriñen.

Hace ya años que desconecté de este evento musical y no me siento cualificado para emitir ningún juicio de valor sobre la calidad artística de las canciones que compiten. Sin embargo, considero de gran utilidad la lección magistral de Conchita con su arriesgada apuesta.

Como profesionales, lo mismo que cualquier empresa que se precie, podemos extrapolar esta actitud innovadora a nuestro día a día. Innovar implica mirar las cosas de forma diferente, ver aquello que aún no ha visto la competencia o los propios clientes, anticiparnos y cubrir, o crear, futuras demandas.

La innovación otorga una ventaja competitiva de primer orden, con impacto directo en los resultados, tanto cualitativos como cuantitativos. La innovación diferencia a las empresas, les da prestigio y credibilidad, incrementando y fidelizando a sus clientes. Genera productos diferentes, punteros, que marcan la pauta y la diferencia en el mercado. No tenemos más que mirar la trayectoria de la tecnológica Apple.

Quienes, hasta hace poco, se conformaban con imitar, se han dado cuenta de la trascendencia que tiene llevar la batuta y marcar el ritmo, como han demostrado empresas japonesas y coreanas (por citar, Sony o Samsung). El viejo dicho “el que da primero, da dos veces” toma plena vigencia en este contexto. Ir a la zaga resta oportunidades, obligándonos a refugiarnos en el factor precio, disminuyendo así los beneficios.

Innovar requiere una continua reflexión crítica sobre hábitos y procedimientos consolidados, buscando su permanente mejora. Se trata de explorar nuevas formas de hacer las cosas poniéndonos en el lugar del cliente, proporcionándole mayor valor añadido y revisando la viabilidad en función del ratio coste-beneficio.

No es fácil, exige rupturas y arrojo, hacer acrobacias sin red. Las grandes gestas conllevan riesgos, pudiendo alcanzar el éxito o "morir en el intento". Pero igualmente cierto es que, como Conchita, sólo innovando podremos dar un vuelco a la situación, cambiar el paso y tomar ventaja para ponernos por delante.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.

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