Seguro que en las ocasiones que hemos disfrutado de la estancia en un hotel o, mejor aún, un crucero, nos hemos recreado con sumo agrado con su amplia oferta de actividades y servicios. Entre ellos, restaurantes, piscinas, ocio, espectáculos, jardines, spa, tiendas, alojamiento, … Ciertamente, es una magnífica forma de desconectar del día a día, de relajarse y de renovar energías o, cargar pilas, como decimos comúnmente.
Probablemente, nos hayamos admirado por la compleja y magnífica
coordinación, casi mágica, que hace posible el funcionamiento armónico de esos
placeres para el huésped. Todo ello gracias al apoyo de servicios complementarios como limpieza, cocina, mantenimiento, depuradora de
aguas, calderas, generación de electricidad y tantas otras que se escapan a
nuestros ojos. A esto se unen elementos externos como proveedores de
suministros, equipamientos, mobiliario y una lista tan larga como queramos.
Para añadir más lío,
mientras que estructuras, muebles, maquinaria, o utensilios están disponibles 24 horas al día, todos los días del año, las personas, los empleados, que pueden llegar a ser miles, requieren "recambio". Es necesario disponer de dos o tres turnos por día, según el servicio de que se trate, con la consiguiente planificación de rotaciones.
mientras que estructuras, muebles, maquinaria, o utensilios están disponibles 24 horas al día, todos los días del año, las personas, los empleados, que pueden llegar a ser miles, requieren "recambio". Es necesario disponer de dos o tres turnos por día, según el servicio de que se trate, con la consiguiente planificación de rotaciones.
Pero, ¿qué pasa cuando se funde una bombilla, se estropea una lavadora, el
motor de renovación del agua de la piscina o se degrada el equipamiento? ¿Y si
algún empleado/a se siente indispuesto o se accidenta? ¿Cómo se
resentiría el servicio? En nuestra calidad de clientes, esperamos que cualquier
anomalía sea solventada rápidamente y que no afecte a nuestra estancia o
disfrute vacacional.
Garantizar la permanente normalidad requiere que los responsables de
cada departamento hayan analizado las posibles disfunciones, previniéndolas,
así como posibles acciones correctoras. Es decir, una planificación en dos pasos:
intentar evitar el problema y anticipar soluciones si llegase a materializarse.
Medidas preventivas pueden ser tan simples como realizar el
mantenimiento rutinario de los equipamientos, en tanto que la previsión de soluciones
a posibles anomalías es conocida como el plan de contingencia: (¿cómo actuar
en caso de fallar la prevención?).
Del mismo modo que no deseamos sorpresas desagradables o esperamos
soluciones inmediatas, ¿actuamos de similar forma con nuestros clientes y
proveedores?, ¿hemos analizado los posibles fallos o anomalías en el servicio
que prestamos para evitarlos o, en el peor de los casos, previsto cómo
solventarlos con el mínimo impacto? ¿Somos conscientes de que no existe un
mundo perfecto y es necesario anticiparse a los posibles errores y prever
soluciones si se presentan? ¿Afrontamos el día a día con un plan B?
Renunciar a este planteamiento preventivo implica improvisar, con el consiguiente
gasto de tiempo y recursos, no siempre con resultados satisfactorios o, como
mínimo, eficientes. Esta negligencia puede tener costes muy altos para la
empresa, desde la disminución de su competitividad a la exposición a quejas y
reclamaciones, pérdida de clientes y mermas en el volumen de negocio.
Por el contrario, emprender una política proactiva ante la posible aparición de
problemas, previniéndolos y adoptando medidas para su neutralización, abarata
costes y mejora nuestro posicionamiento ante los clientes, dando valor a la empresa y dotándola de una amplia ventaja competitiva ante el mercado.
Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.
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