Compartir

domingo, 9 de febrero de 2014

Jaque al rey.

Juan Fco. Martín.
Red Chess Clip Art


Sobre un tablero de 64 casillas, dos conjuntos de 16 piezas se enfrentan desarrollando multitud de jugadas, aperturas o variantes. Las diversas piezas tienen sus movimientos propios, que les facultan para realizar acciones específicas y complementarias entre sí.

Más allá del componente lúdico inherente al juego, el ajedrez es una auténtica referencia para la gestión de la vida personal y laboral, a saber:

·        Plan de acción. No se trata de ir dando tumbos a ver dónde nos lleva la vida y las circunstancias que nos rodean. Este comportamiento azaroso puede tener consecuencias igualmente impredecibles. Definir objetivos y delimitar las estrategias y tácticas para conseguirlos, marcarán el rumbo de nuestras actuaciones y orientarán las decisiones a tomar. La estrategia representa a la actitud proactiva, la planificación, el análisis, la anticipación. Nos ayuda a visualizar con antelación los escenarios, a evaluar los elementos intervinientes y su influencia, a trazar las líneas de acción a tomar y prever los imponderables.

·        Gestión y adaptación al cambio: cada jugada puede suponer un vuelco en la situación del tablero,
modificando el equilibrio entre condiciones neutras, adversas o propicias. Llevar la iniciativa nos permite promover  y liderar el cambio, marcar la pauta. Mantener la pasividad, esperar los movimientos del adversario, nos fuerza a responder desde la presión y a ir a remolque. Aunque peligrosa, no necesariamente es una situación negativa, siempre que previamente hayamos diseñado un plan, celada o añagaza para debilitar al oponente.

·        Toma de decisiones. La dimensión analítica, valorativa, sopesando pros y contras, ganancias y pérdidas, favorece las decisiones responsables, realistas y acertadas. Disminuye el riesgo, o lo acota a parámetros conocidos, y los posibles perjuicios, particularmente cuando pueden ser calculados de antemano con un adecuado análisis de la situación.

·        Trabajo en equipo. Una sola pieza, por poderosa que sea (léase la dama), puede verse limitada y en peligro sin el apoyo de las otras. Un humilde peón puede garantizar y proteger dicho poderío. La coordinación y la complementariedad transforman al conjunto en una imponente y sólida armada. La magia de la sinergia nos maravilla al conseguir que 1+1 sea superior a 2.

Como particularidad, el enroque es la única jugada donde se mueven dos piezas al unísono, permitiendo proteger al rey u otra pieza, o bien impulsar o apoyar una acción de ataque. Se trata de un movimiento valioso, siempre que haya un plan previo y tenga una finalidad. El mero hecho de hacerlo no gana partidas.

Por extensión, denominamos enrocarse a la actitud defensiva, muchas veces numantina, que adoptamos cuando consideramos agresivo el entorno. Igual que en el ajedrez, es perfectamente válida siempre que nos ayude a resolver, “desatascar”, el problema. Quedarnos anclados a ella sin buscar alternativas nos precipita  a descolgarnos de la proactividad señalada anteriormente y a la desconexión de la realidad. Pasamos de formar parte de las soluciones a convertirnos en problema, cruzando la peligrosa frontera de la aportación de valor al proyecto (personal,  familiar, laboral…). Y ya se sabe que cuando uno no suma, no se cuenta con él.

Utilicemos con acierto el enroque como situación transitoria que nos ayude a reparar daños y reconstruir las defensas debilitadas, a recuperar el rumbo y, sobre todo, a participar en la consecución del objetivo común, demostrando nuestra valía, implicación y compromiso.



Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.


No hay comentarios:

Publicar un comentario