Con el transcurrir del tiempo, las modas se suceden cíclicamente con diversas variantes y matices. Durante la pasada década, el palabro resiliencia estaba en boga entre los profesionales del desarrollo de los recursos humanos.
Procedente de la mecánica, la capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación, se hizo extensiva a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
Técnicamente, se trata de la habilidad para manejar el estrés y responder satisfactoriamente a momentos dificultosos, hacerles frente y superarlos de forma positiva. De la misma forma que un patito de goma recupera su forma original al comprimirlo, la resiliencia nos ayuda a superar y recuperarnos al sufrir una tragedia o un trauma.
Esta capacidad de recuperación psicológica tiene correlatos fisiológicos de gran relevancia. Una persona que se propone y esfuerza por superar los reveses y las situaciones de estrés, traslada este impulso y energía a la enfermedad o dolencias físicas, favoreciendo y acelerando la sanación.
Asimismo, en el plano profesional, constituye una excelente competencia que incrementa nuestra capacidad para afrontar y persistir ante las dificultades del día a día. La resiliencia vincula directamente con la habilidad de adaptación al cambio, ya sea del mercado, nuevas tendencias, modelos de producción o las nuevas tecnologías, entre otros.
También tiene una relación directa con la innovación y la búsqueda de soluciones nuevas ante la pérdida de eficacia o inoperancia de los procedimientos habituales. La facilidad y celeridad de esa transformación es esencial y crucial para desarrollar y consolidar nuestro valor y competitividad profesional y empresarial.
La resiliencia no es genética, ni exclusiva. Todos tenemos la posibilidad de entrenarla y potenciarla, habida cuenta de sus contundentes y manifiestos efectos positivos. Sólo nacemos con el ansia por sobrevivir, con el único argumento del llanto. Todo lo demás lo aprendemos por el camino, desarrollando estrategias de adaptación a lo largo de la vida. Está en nuestra voluntad para rehacernos y reinventarnos ante la adversidad.
Todo esto lo compruebo de primera mano con el ejemplo que dan las personas al afrontar terribles circunstancias, haciendo de tripas corazón y recomponiéndose cada día del fuerte golpe asestado por la fatalidad. Y ahí siguen, librando la batalla sin darla por perdida, a pesar de la trágica experiencia que les ha tocado vivir.
Desterremos, pues, el derrotismo y la resignación, y apostemos por nuestra capacidad para rebelarnos y combatir las situaciones difíciles, por duras que sean.
Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.
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