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miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿Burro grande o pequeño?

Silly Donkey Clip Art 
¿Qué será mejor, burro grande o pequeño?, ¿maña o fuerza?, ¿ingenio o perseverancia?, ¿madrugar o esperar?, ¿ladrillos o bits?... Si nos atenemos a lo de “pez grande se come al chico”, haciendo buena la ley del más fuerte, parecería más adecuado apuntarse a la robustez, a la seguridad de lo sólido y contundente.

Sin embargo, como habrás concluido, todo depende de las circunstancias de cada caso. Según el tipo de juego, mandarán ases, doses, treses, sietes o lo que sea. Lo que sí es seguro es que siempre servirán los comodines, ya que tienen la virtud de sustituir a cualquier carta y ser de utilidad en cualquier jugada.

En la vida, y en el mundo laboral, probablemente esta sea la mejor cualidad o la competencia mejor valorada. Saber adaptarse a cada situación, circunstancia o persona es apostar a caballo ganador. La capacidad de tornar los cambios en oportunidades, la proactividad para buscar soluciones o sacar provecho de nuevos escenarios garantizan el éxito personal y profesional.


La vertiente relacional de este comportamiento adaptativo es la inteligencia emocional. Esencialmente, es la habilidad (por eso inteligencia) de conectar emocionalmente con otras personas y gestionar esta conexión en la consecución de objetivos.

Aunque los patrones estandarizados de interacción interpersonal son excelentes en situaciones estructuradas y bien delimitadas, fracasan estrepitosamente cuando cambia el contexto. Por el contrario, es admirable tener en todo momento la palabra, la entonación y, sobre todo, la actitud adecuada con diferentes personas y en escenarios diversos. Quienes consiguen esta gestión emocional de la comunicación son los auténticos campeones de las relaciones interpersonales y también en el contexto laboral.

Frecuentemente, el éxito profesional pleno, además de gran capacitación y conocimiento experto del trabajo a desarrollar, está asociado a altas dosis de inteligencia emocional. Esto nos permite establecer relaciones excelentes, de gran valor y utilidad para facilitar, impulsar, los resultados de un desempeño laboral.

No se trata de “vender humo” o de ser charlatanes, sino de conectar emocionalmente con las personas de nuestro entorno, creando una armonía, un flujo de trabajo, que se aprovecha de esa conexión para alcanzar más fácil y rápidamente los objetivos.

Esta conexión fluida con las personas de nuestro entorno, refuerza nuestra imagen de interlocutores asequibles, amenos, dialogantes, comprensivos, aumentando nuestro valor personal y profesional.
La inteligencia emocional no es un don, no se nace con ella. Todos podemos desarrollarla y explotar sus múltiples beneficios, además de disfrutar más intensamente las relaciones con los demás.


Gracias por compartir y que tengas un estupendo día.



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