¡Menudo circo! La semana pasada me topé con un listo que pretendía
aparcar sobre la acera, sin la menor consideración hacia los derechos de los
peatones. Pero es que el otro día me di de bruces con una miope que no veía más
allá de su nariz. Y no me refiero a falta de vista, sino a cortedad de miras.
Camino de casa después del trabajo, me detuve en el super a realizar un avituallamiento de
emergencia para la cena. Al llegar a la línea de caja, me ubiqué en la cola que
me pareció más corta y me dispuse a aguardar mi turno. A medida que se
prolongaba la espera, mi sorpresa e impaciencia se incrementaban exponencialmente
mirando asombrado a la persona que pasaba los artículos por el lector de
códigos.