Siempre que cruzo por esa esquina le veo descansando plácidamente,ajeno
al trajín de la calle y al continuo discurrir de gente menesterosa
con sus quehaceres y de coches apresurados. Diríase que
no tiene más preocupación que disfrutar de la tranquilidad, sin urgencias ni agobios.
Transmite esa envidiable sensación de
saber discernir lo importante de lo trivial, de sopesar las cosas en
su justa medida y de movilizar los recursos estrictamente necesarios. Parece atesorar el conocimiento del valor de la sencillez
de las cosas, del principio científico de parsimonia, que establece
la primacía de la hipótesis más simple, obviando la complejidad o
los requiebros, para explicar un mismo hecho.
Me miro en su espejo y caigo en lo
mucho que nos complicamos la vida buscando caminos más largos o
difíciles,