Por la tarde, camino del curso de marras al que me he referido en anteriores ocasiones, siempre me encontraba con la misma escena: en un scalextric de la autopista, al abrigo de la sombra producida por la misma estructura de hormigón y asfalto, un pequeño grupo de jubilados jugando a las cartas en una mesa playera en la que nunca falta bebida y comida. Mientras, las cañas de pescar trabadas entre las piedras esperando a que los peces se decidan. Desconozco si se reúnen para pescar o aprovechan la excusa de la pesca para organizar las reuniones vespertinas y pasarlo en grande. Lo cierto es que transmiten una envidiable sensación de placidez y bienestar.
En contraste, reconozco que la trascendencia y exigencia del mencionado curso me
ha tenido en tensión durante demasiado tiempo, posiblemente desde el
primer momento. Aunque el resultado final ha sido positivo, la cantidad de horas dedicadas y el enorme
esfuerzo han supuesto un notable desgaste personal. El sentido de responsabilidad podría manifestarse como en la fábula en la que el balsero