A riesgo de parecer increíble, lo cierto es que de pequeño no
teníamos móviles, videojuegos ni Internet, aunque tampoco los echábamos en falta.
El entretenimiento multimedia lo proporcionaba la televisión, donde disfrutábamos con
deleite de los dibujos animados como Heidi, Marco, Mazinguer Z, La abeja Maya,
Los Pitufos…
También estaban los personajes de Hannah Barbera, entre ellos
Leoncio y Tristón, un león y una hiena que caminaban, vestían y hablaban como
humanos, con caracteres bien diferentes. Leoncio representaba al optimismo permanente y a la alegría, en tanto
que Tristón se mostraba alicaído, temeroso y siempre veía la botella medio
vacía. La mera imagen gráfica les describía: el uno erguido, con aplomo en los
andares y la sonrisa de oreja a oreja, en tanto que el otro, encorvado,
cabizbajo, y repitiendo continuamente el mantra “Oh cielos, que horror”.
Puede que los personajes no resulten populares actualmente, pero
los encuentro de máxima actualidad. La forma de encarar las cosas, la mera
actitud al levantarnos y comenzar el día, pueden ser una plena declaración de
intenciones de gran trascendencia en los resultados de nuestros actos y en
nuestra vida.
La actitud positiva,