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miércoles, 8 de abril de 2015

Palotes y palazos.


Resultado de imagen de contar palotes
A vueltas con el curso que me tiene de los nervios, recientemente culminamos el segundo trimestre, confío en que con fortuna para todo el grupo. La exigencia de la materia, lejos de hacer concesiones, mantiene el nivel, lo que nos ha requerido constancia, tiempo y dedicación. En contrapartida, el grupo se ha cohesionado aún más, haciendo válida la célebre expresión, “todos a una”, que lo mismo podría ser “uno para todos…” El intercambio de consultas y la colaboración permanente se han convertido en un agradable y reconfortante hábito y acicate para el estudio, a pesar del menoscabo del sueño, descanso o familia.

Al mismo tiempo, el apoyo mutuo, la complicidad y el buen humor se han instalado en las interacciones cotidianas, dentro y fuera del aula, presencial y telemáticamente, reforzando y retroalimentando la dinámica productiva. Porque no nos confundamos, lo pasamos bien y compartimos bromas, pero se trata de un equipo de trabajo que ha desarrollado sinergias compartidas de alto valor volcado en la consecución de objetivos.

En este segundo “asalto” nos las hemos tenido que ver con el tortuoso binomio debe-haber de la contabilidad empresarial. Para hacer más accesible el concepto, me refugié en sus analogías con las relaciones humanas. En cómo evaluamos y calificamos a los demás por los déficits o superhábits que atribuimos a su comportamiento y al intercambio mutuo. Se trata de una valoración que fluctúa en el tiempo, en función de los méritos o deméritos que atribuimos a los demás, así como de nuestra mesura para juzgar la importancia real o la intencionalidad de los hechos. 

Con más frecuencia de la aconsejable,